
En el Palacio Nacional de San Salvador, el presidente anunció “el récord en toda la historia democrática del mundo” en unas elecciones que le garantizan otros cinco años de poder ilimitado.
Llego a El Salvador acompañado de mi director de arte, la Máster Andrea Paz, partimos del aeropuerto en Uber, con costo total de 30 dólares, 13 más barato que los taxis que están en la salida. El motorista se llama Noel Fúnez, mientras nos traladaba al hotel donde nos hospedaríamos esa noche, le consulté cuáles eran los tres mayores logros de Bukele. Él respondió; la seguridad, el mejoramiento de la economía y la educación.
Nayib Bukele le arrancó el poder a las pandillas y eso lo dicen las calles y las cifras. Con ese logro en la mano, el presidente ha incumplido la Constitución, que impide reelegirse, y ha moldeado un Estado a su modo, en el que él ha pasado a controlar todas las instituciones mientras la gente aplaude.
Suena It’s the end of the world as we know it (and I feel fine), de REM, cuando está a punto de brindar su discurso, acompañado de su esposa, Gabriela Rodríguez. Gritan los salvadoreños viendo cómo su ídolo se prepara para hablar, declarándose ganador sin conocer los resultados oficiales del Tribunal Supremo Electoral. Habla de hacer historia: “Va a ser la primera vez que haya partido único en un sistema plenamente democrático, la oposición ha sido pulverizada”. Sí todo bien, Nayib Bukele se convierte en «El Salvador», de su país.